Influenza tipo A
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13 oct 2025

Influenza tipo A

Dr. Pedro Miguel Escalante

Otorrinolaringología

Otorrinolaringología

Medicina General

Medicina General

Alergología

Alergología

Resumen

 

Las infecciones respiratorias agudas (IRA) constituyen una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial, con mayor impacto en niños menores de 5 años, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Entre sus etiologías, la influenza destaca como la infección viral respiratoria de mayor relevancia epidemiológica por su capacidad de diseminación, variabilidad genética y potencial pandémico. Los virus de influenza A, B y C se clasifican según las glicoproteínas de superficie hemaglutinina (HA) y neuraminidasa (NA), responsables de su diversidad antigénica. En particular, los virus de influenza A presentan una amplia gama de hospedadores, lo que favorece la recombinación genética y la aparición de nuevos subtipos, como el A/H1N1. El cuadro clínico puede ir desde una infección leve hasta neumonía grave con desenlace fatal, dependiendo de la edad y comorbilidades del paciente. El tratamiento antiviral oportuno constituye un pilar fundamental en la reducción de complicaciones y mortalidad. Entre los agentes utilizados se encuentran amantadina y rimantadina, ambas eficaces frente al virus de influenza tipo A mediante la inhibición de la proteína M2, interfiriendo con el proceso de replicación viral. Rimantadina, en particular, muestra buena biodisponibilidad oral y un perfil de seguridad más favorable que amantadina, especialmente en adultos mayores. La vacunación estacional, el reconocimiento temprano de factores de riesgo y el uso racional de antivirales continúan siendo estrategias esenciales para la prevención y el control de esta enfermedad de impacto global.

 

Palabras clave: infección respiratoria aguda, influenza, virus A H1N1, rimantadina, hemaglutinina, neuraminidasa, antivirales, prevención

 

Abstract

 

Acute respiratory infections (ARI) are among the leading causes of global morbidity and mortality, with the highest impact observed in children under five years old, the elderly, and patients with chronic diseases. Among their etiologies, influenza stands out as the most significant viral respiratory infection due to its rapid transmission, genetic variability, and pandemic potential. Influenza viruses A, B, and C are classified based on their surface glycoproteins, hemagglutinin (HA) and neuraminidase (NA), which determine their antigenic diversity. Influenza A viruses infect a wide range of hosts, favoring genetic reassortment and the emergence of novel subtypes, such as A/H1N1. Clinical presentation ranges from mild illness to severe pneumonia with fatal outcomes, depending on the patient’s age and comorbidities. Early antiviral therapy remains a cornerstone in reducing complications and mortality. Among available agents, amantadine and rimantadine are effective against influenza type A viruses by inhibiting the M2 protein, thereby disrupting viral replication. Rimantadine, in particular, exhibits good oral bioavailability and a more favorable safety profile compared to amantadine, especially in elderly patients. Seasonal vaccination, early identification of risk factors, and rational use of antivirals continue to be essential strategies for the prevention and control of this globally relevant disease.

 

Keywords: acute respiratory infection, influenza, A H1N1 virus, rimantadine, hemagglutinin, neuraminidase, antivirals, prevention

 

Introducción

 

La infección respiratoria aguda (IRA) constituye una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial, ubicándose entre las diez primeras causas de defunción en la población general y entre las tres principales en niños menores de 5 años. Se estima que causa alrededor de 4 millones de muertes al año, principalmente en África y el sudeste asiático. De estas, cerca de 1.5 millones se deben a neumonía, lo que convierte a la IRA en un importante problema de salud pública. Los grupos más vulnerables por esta enfermedad son los niños menores de 5 años, las personas con enfermedades crónicas y los adultos mayores de 60 años.1

 

Las IRA tienen múltiples etiologías, aunque las infecciones virales representan una fracción relevante. Según el Informe de Evento del Instituto Nacional de Salud de 2017, el 32.6% de las muestras analizadas resultaron positivas (4,110/12,610). Los virus identificados con mayor frecuencia fueron: virus sincitial respiratorio (37.7%), adenovirus (14.5%), influenza A/H3 (14.2%), parainfluenza (8.0%), bocavirus (6.8%), coronavirus (5.7%), influenza B (3.8%), metapneumovirus (3.4%), rinovirus (3.5%), influenza A(H1N1)pdm09 (1.7%) y enterovirus (0.9%). En conjunto, la positividad para el virus de la influenza alcanzó el 19.7%.1

 

Antecedentes

 

El término influenza fue acuñado por médicos-astrólogos italianos en la Edad Media y refleja la causa que entonces se le atribuía a la enfermedad: influentia coeli, es decir, la influencia de los astros. También se relaciona con la expresión italiana influenza di freddo (influencia del frío), una terminología no del todo errada, ya que hoy se sabe que la viabilidad del virus de la influenza se ve favorecida por condiciones de frío y niveles de humedad bajos a moderados, lo que explica su mayor transmisión durante los meses de invierno.2

 

En el siglo XIX, la explicación microbiológica ya tenía fundamento, aunque con un agente equivocado: Haemophilus influenzae. No fue sino hasta finales de la década de 1920 cuando se demostró la verdadera naturaleza viral de la enfermedad. En la actualidad se reconoce que la influenza es una infección viral aguda del tracto respiratorio, de fácil propagación entre personas, cuyo cuadro clínico puede variar desde una sintomatología similar a la de un resfriado común hasta complicaciones graves con desenlace fatal.2

 

A lo largo de los últimos 5 siglos se han registrado múltiples episodios de influenza en la historia de la humanidad, documentándose alrededor de 31 pandemias desde el año 1580. La pandemia con mayor mortalidad registrada ocurrió a inicios del siglo XX: la llamada “Gripe Española” (influenza A/H1N1), iniciada en 1918, que se propagó en tres oleadas epidémicas a nivel mundial, causando alrededor de 21 millones de muertes, con más de medio millón de fallecimientos solo en Estados Unidos.3

 

Posteriormente, el 24 de abril de 2009, la Organización Mundial de la Salud emitió una alerta por la aparición de un nuevo virus de influenza A/H1N1 de origen porcino, que el 11 de junio del mismo año fue declarado la primera pandemia del siglo XXI.3

 

El comportamiento del virus durante el invierno sigue siendo impredecible. La Organización Mundial de la Salud considera que el virus pandémico de influenza A (H1N1/09) se ha consolidado en la población como un virus estacional y que en la actualidad no circula ningún virus con potencial pandémico en el mundo.2

 

Virus de la influenza

 

Se conocen tres tipos de virus de la influenza: A, B y C, clasificados según las moléculas de hemaglutinina (HA) y neuraminidasa (NA) presentes en su superficie. Los virus de la influenza A afectan a una amplia variedad de especies, incluido el ser humano; los virus de la influenza B se limitan generalmente al hombre, aunque en ocasiones se han aislado en focas; y los virus de la influenza C se han aislado tanto en humanos como en cerdos.4

 

Agente etiológico

 

Los virus de la influenza A pertenecen a la familia Orthomyxoviridae y presentan un genoma de RNA de cadena negativa, compuesto por ocho segmentos, cada uno codificando una o dos proteínas. Hasta el momento se han identificado 16 subtipos de hemaglutinina (H1 a H16) y nueve subtipos de neuraminidasa (N1 a N9). El sistema de nomenclatura describe varios factores: tipo de virus, hospedero de origen (excepto en humanos), ubicación geográfica, número de cepa, año de aislamiento y subtipos de HA y NA entre paréntesis. Por ejemplo, A/swine/Iowa/15/30 (H1N1) corresponde a un virus de influenza A aislado de cerdos en Iowa en 1930, con cepa número 15 y subtipo H1N1.4

 

Estructura del virus

 

Los virus de la influenza A presentan una estructura compleja, rodeada por una membrana lipídica derivada de la célula hospedera. En esta envoltura se encuentran ancladas las moléculas de hemaglutinina (HA) y neuraminidasa (NA), así como proteínas M2 que sobresalen de la superficie viral. Debajo de la envoltura se localiza la proteína de matriz M1, mientras que en el interior de la partícula viral se encuentran los ocho segmentos de RNA, las polimerasas PA, PB1 y PB2 necesarias para la replicación viral, la nucleoproteína NP y las proteínas no estructurales NEP/NS2.4

En la figura 1 se presenta un esquema básico de la estructura del virus de la influenza A.

 

 

 

Figura 1. Estructura del virus de la influenza A (®Depositphotos.com).

 

Cuadro clínico

 

La influenza suele iniciar de forma brusca, con síntomas que los pacientes recuerdan claramente: fiebre, escalofríos, cefalea generalizada, mialgias y tos con ardor traqueal. Identificar el inicio es clave para orientar la indicación de tratamiento antiviral. Los pacientes suelen llegar con postura encorvada, fatigados, a veces con expresiones como “no puedo estar de pie” o “me duele todo, hasta el pelo”, describiendo molestias en el cuero cabelludo.5

 

Los signos más frecuentes incluyen fiebre variable, piel fría y húmeda con piloerección durante el ascenso térmico, cefalea holocránea, dolor ocular al movimiento asociado con fotofobia, odontalgia generalizada y odinofagia de intensidad superior a lo esperado por la congestión faríngea. El ardor traqueal es característico y puede acompañarse de tos seca o con expectoración mucosa. En adultos, la presencia de crepitaciones o desaturación obliga a sospechar un caso de neumonía. Las sibilancias son poco comunes, salvo en pacientes con asma. En brotes previos, algunos pacientes han informado dolor o sensación de opresión torácica.5

 

Los síntomas digestivos como vómito, diarrea o dolor abdominal son raros en los adultos, aunque la mialgia generalizada es constante, especialmente en la zona alta del dorso, la zona lumbar y los muslos, junto a disestesias y artralgias en las rodillas o los tobillos.5

 

En niños, la presentación varía según la edad y la presencia de factores de riesgo. Muchos casos son subclínicos o leves, pero en menores de 2 años la enfermedad puede ser grave, con fiebre elevada, síntomas digestivos, dificultad respiratoria, obstrucción bronquial, neumonía o convulsiones febriles. Con frecuencia, estos cuadros justifican la hospitalización, sobre todo en lactantes y niños sin comorbilidades. Los factores de riesgo incluyen enfermedades respiratorias crónicas, cardiopatías, trastornos metabólicos, renales, inmunitarios o neurológicos. En los adultos, la combinación de fiebre, cefalea, odinofagia, mialgias y tos seca permite establecer una alta sospecha clínica, mientras que en niños pequeños estos signos son menos específicos.5

 

La identificación temprana y la evaluación de factores de riesgo son esenciales para prevenir complicaciones y orientar la hospitalización.5 La influenza puede provocar enfermedad grave o incluso la muerte, especialmente en personas con mayor riesgo. La mortalidad aumenta cuando la enfermedad se complica, es decir, cuando requiere hospitalización o agrava una condición crónica preexistente, afectando a todos los grupos de edad y siendo más alta en niños menores de 6 meses.2

Tratamiento

 

Diversos agentes antivirales pueden emplearse tanto con fines profilácticos como terapéuticos en las infecciones causadas por el virus de la influenza. En particular, rimantadina y amantadina son eficaces frente a los virus de influenza tipo A. El cuadro 1 muestra las principales características de estos fármacos.6

 

 

 

Cuadro 1. Características de rimantadina y amantadina.6

 

Estos medicamentos actúan sobre la proteína M2 del virus influenza A interfiriendo con la infección viral en etapas posteriores a la adsorción y penetración viral.6

 

Inmunización

 

No existe evidencia de que la vacuna contra la influenza estacional tenga utilidad en la infección por el virus de influenza A (H1N1) durante una epidemia. En cuanto a la vacuna específica contra la influenza A (H1N1) 2009, son las autoridades del sector salud quienes definen los grupos prioritarios de la población y los criterios para su aplicación, conforme a las normas y leyes correspondientes.7

 

Es recomendable informar a los pacientes sobre los posibles efectos adversos que pueden presentarse tras la vacunación y, además, se debe llevar a cabo la vigilancia de dichos efectos para identificarlos de forma temprana y establecer las acciones necesarias para su corrección, de acuerdo con los lineamientos institucionales y sectoriales.7

 

 

Referencias

 

1.     MINSALUD. Lineamientos para la prevención, diagnóstico, manejo y control de casos de Influenza. Guía clínica. Bogotá, Colombia: Ministerio de Salud, Subdirección de Enfermedades Transmisibles, 2018.

 

2.     Nogales J. Influenza A. Manejo ambulatorio. Revista de la Asociación Médica Argentina. 2019;132(1):28-33.

 

3.     Nuñez Freile B. Influenza. Uso racional de antibióticos, 2010.

 

4.     Toro A, Aguirre C. Influenza A. Medicina y Laboratorio. 2009;15(3-4):111-145.

 

5.     Baehr F, MacKenney J. Aspectos clínicos de la influenza. Rev Med Clin Condes. 2014;25(3):406-411.

 

6.     Fica A. Influenza: Una revisión de su quimioprofilaxis y terapéutica anti viral. Rev Chil Infect. 2001;18(2):127-131.

 

7.     IMSS. Prevención, Diagnóstico y Tratamiento de la Influenza A (H1N1). Guía de referencia rápida. Ciudad de México: Instituto Mexicano del Seguro Social, Unidad de Atención Médica; 2010.

 

 

 

 

 

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